Como parte del Proyecto Humberto Chaves Cuervo - Pintor estamos recopilando testimonios de aspectos que nos muestren al artista en su faceta más íntima y familiar, que esperamos compartir a través de esta página.

El maestro Humberto Chaves Cuervo nació, vivió y murió en la ciudad de Medellín, y por esto habitó la ciudad en distintos lugares, de los cuales el más estimado por él fue su casa llamada El Morro, donde vivió en los años cuarenta y desde donde pintó la ciudad verde y amable que tenía a sus pies.

El sitio que ocupó esta propiedad está actualmente urbanizada y se le conoce como La Colinita, en el sector de Guayabal al sur de la ciudad.

Recuerdos de EL MORRO

Por

Mariela Lopera Chaves


Medellín, 2021

¿Por qué el abuelo había escogido un lugar con tantas dificultades, privilegiándolo al Poblado y otros sitios de Medellín?

Siempre fue una pregunta que le hicimos al abuelo y siempre la respuesta fue la misma: la vista.

Terraza del Morro - Óleo de Humberto Chaves años cuarenta - Vista del Club Campestre.

Terraza del Morro - Óleo de Humberto Chaves años cuarenta

Vista del Club Campestre.

Desde la terraza de la gran casona se tenía una vista preciosa del norte del Valle del Aburrá, con El Poblado y sus lomas al frente, el sector de Envigado, Itagüí y aún, parte de Sabaneta.

Para él ese espectáculo de un valle abriéndose a sus pies era más importante que la ubicación, el futuro promisorio de otros sitios como Envigado y El Poblado. Y fiel a su escogencia, fue plasmando la belleza del paisaje en sus cuadros y un buen número de Fotografías.

La finca del abuelo tenía 13 cuadras, según los tíos, era una loma suave desde la meseta contigua al aeropuerto Olaya Herrera. Hacia la mitad de la propiedad, el abuelo aplanó una gran superficie sobre la que levantó una casona de techos muy altos, rodeada de corredores con una terraza que dominaba una panorámica muy amplia.

Tanto el diseño de la casa como la dirección de la obra estuvieron a su cargo. Igualmente, con sus propias manos fue plantando una arboleda importante, ya que el terreno solo tenía guayabos dispersos. Los pomos flanqueaban los linderos de la finca, en el interior crecieron naranjos, limoneros, un árbol de chirimoyas nos saludaba al llegar a casa y a los lados, mandarinos y nísperos crecían amablemente, sin olvidar los mangos que estaban en todo el terreno.

“La casa era una construcción en L, bordeada de amplios corredores, tenía cuatro alcobas en galería y dos más sobre la terraza. La cocina era un lugar adosado a la casa, pero no comunicada directamente con ella, lo que significaba un trabajo doble para mamá. El piso de ladrillos rojos, siempre brillantes gracias al cuidado de mamá, y unos alrededores que debían ser cuidados permanentemente.”

Aunque la niña Ceci recuerda más flores, eran pocos los jardines, especialmente por la falta de agua y la aridez del terreno. En los corredores colgaban orquídeas "cucarronas” que florecían una vez al año. A un costado de la casa una hilera de lirios blancos, semejantes a azucenas, hacía corte con el resto de la finca y al frente unos gladiolos."